sábado, 26 de septiembre de 2009

Peru : ACCOMARCA SE REENCUENTRA CON SUS MUERTOS

Los campesinos de Accomarca, el distrito ayacuchano, esperan justicia desde hace casi dieciséis años. Este 14 de agosto se cumplirá un aniversario más de la masacre que arrasó con más de la mitad de la población del anexo de Lloqllapampa, a donde LIBERACION llegó este fin de semana para comprobar que el dolor y la impotencia no se agotan con el tiempo.
En julio de 1985, llegó a la escuela primaria de Accomarca un profesor proveniente de Huaraz. Como pertenecía a Sendero Luminoso, inició su labor proselitista entre los comuneros de la provincia. Muy pocos lo siguieron. Al final, en los primeros días de agosto, llegaron a ser alrededor de quince los integrantes de la “escuela popular” fundada por este maestro, a quien nunca se llegó a capturar.
Una patrulla militar, perteneciente al cuartel de Vilcashuamán, detuvo a un integrante del grupo subversivo, quien confesó la existencia de la escuela de senderistas, cuyo lugar de reuniones estaba ubicado muy cerca a la comunidad de Lloqllapampa.
Esto le bastó al Ejército para sacar sus conclusiones apresuradas y decidir hacia dónde dirigiría esa vez, sus fusiles. El 9 de agosto de 1985, la patrulla “Lince Siete”, dirigida por el entonces subteniente Telmo Hurtado Hurtado, llegó hasta la comunidad de Lloqllapampa. El primero en verlos fue Eusebio Baldeón.
Eusebio logró escapar de los militares. Oculto en uno de los cerros aledaños, fue testigo de la masacre, de principio a fin. “Mataron a mis carneros -cuenta Eusebio- y se los comieron. Al día siguiente se fueron, tranquilos. El 13 vinieron a la feria y se quedaron hasta el 14. Allí juntaron a todos, casa por casa. Los golpearon. Hasta las once de la mañana los golpearon. Después los trajeron a toditos, los metieron en la casa. Reventaron de balas, hasta granadas botaron tres veces. Casi en hora y media han matado a toditos. Perdí a seis primos y a dos sobrinos. Mi cuñada también ha muerto”.
Sesentinueve personas, entre ellas, veintitrés niños, muchos ancianos y algunas mujeres embarazadas, fueron asesinadas por Telmo Hurtado y su patrulla. Todos fueron distribuidos en tres grupos: el primero, el de los niños fue encerrado en el ambiente principal de la casa de Cesáreo Gamboa, el testigo más importante. El otro grupo, el de los hombres, fue recluido en la cocina de la casa de Cesáreo. A las mujeres y a los ancianos los llevaron a la casa de la suegra de Cesáreo, ubicada a muy pocos metros de los otros dos recintos.

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